La ley de Dios nos muestra una necesidad, que sólo la gracia de Dios puede satisfacer. Por muy moralistas o "religiosos" que seamos, ninguno de nosotros es capaz de guardar perfectamente la ley de Dios, por eso en Romanos 3: 9-20, la palabra de Dios nos enseña que la ley no justifica, sólo da conciencia de pecado; nadie es capaz de justificarse o librarse del castigo eterno por las buenas obras que realice mientras viva aquí en la tierra.
Sólo la gracia de Dios por medio de la fé, es capaz de salvar, y debido a esa gracia podemos decir: "Bienaventurado soy por ser perdonado y mis pecados cubiertos"
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