miércoles, 17 de diciembre de 2014

HEBREOS 12:1-11

No debemos tomar a la ligera la disciplina del Señor, ni desanimarnos cuando nos sentimos reprendidos; porque Dios disciplina al que ama y castiga al que quiere como hijo. Si Dios nos disciplina, lo hace con un propósito y es el de corregirnos, hacernos cambiar de actitud y conducta.

La disciplina no tiene el objetivo de destruir a una persona, al contrario el fin de la disciplina es llevarlo a la corrección, al punto en el que la persona reconoce su mal proceder. La disciplina, la correcta disciplina, forma, construye e instruye.

Cuando estamos siendo disciplinados por el Señor, debemos tener paciencia y recordar que Dios sabe lo que hace por y con nosotros. Es el momento justo para autoevaluarnos y determinar qué está mal en nosotros, y así tomar las decisiones que nos ayuden a cambiar.

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