Los
amigos de la cruz afirman que la cruz es buena y que las obras son malas,
porque mediante la cruz las obras son derrocadas y el viejo Adán, cuya fuerza
está en las obras, es crucificado. Martín Lutero
Antes de continuar narrando la vida de Lutero, y su labor reformadora,
debemos detenernos a considerar su teología, que fue la base de esa vida y esa
obra. Al llegar el momento de la dieta de
Worms, la teología del reformador había alcanzado su madurez. A partir
de entonces, lo que Lutero hará será sencillamente elaborar las consecuencias
de esa teología. Por tanto, éste parece ser el momento adecuado para
interrumpir nuestra narración, y darle al lector una idea más adecuada de la
visión que Lutero tenía del mensaje cristiano. Al contar su peregrinación
espiritual, hemos dicho algo acerca de la doctrina de la justificación por la
fe. Pero esa doctrina, con todo y ser fundamental, no es la totalidad de la
teología de Lutero.
La Palabra de Dios
Es de todos sabido que Lutero trata de hacer de la Palabra de Dios el
punto de partida y la autoridad final de su teología. Como profesor de Sagrada
Escritura, la Biblia tenía para él gran importancia, y en ella descubrió la
respuesta a sus angustias espirituales. Pero esto no quiere decir que Lutero
sea un biblicista rígido, pues para él la Palabra de Dios es mucho más que la
Biblia. La Palabra de Dios es nada menos que Dios mismo. Esta última
aseveración se basa en los primeros versículos del Evangelio de Juan, donde se
dice que “al principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra
era Dios“. Las Escrituras nos dicen entonces que, en el sentido estricto, la
Palabra de Dios es Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad, el Verbo que
se hizo carne y habitó entre nosotros. Luego, cuando Dios habla, lo que sucede
no es sencillamente que se nos comunica cierta información, sino también y
sobre todo que Dios actúa. [Vol. 2, Pág. 46]
Esto puede verse también en el libro de Génesis, donde la Palabra de
Dios es la fuerza creadora. “dijo Dios. . . ”. Luego, cuando Dios habla Dios
crea lo que pronuncia. Su Palabra, además de decirnos algo, hace algo en
nosotros y en toda la creación. Esa Palabra se encarnó en Jesucristo, quien es
a la vez la máxima revelación de Dios y su máxima acción. En Jesús, Dios se nos
dio a conocer. Pero también en El venció a los poderes del maligno que nos
tenían sujetos. La revelación de Dios es también la victoria de Dios. La Biblia
es entonces Palabra de Dios, no porque sea infalible, o porque sea un manual de
verdades que los teólogos puedan utilizar en sus debates entre sí. La Biblia es
Palabra de Dios porque en ella Jesucristo se llega a nosotros. Quien lee la
Biblia y no encuentra en ella a Jesucristo, no ha leído la Palabra de Dios. Por
esto Lutero, al mismo tiempo que insistía en la autoridad de las Escrituras,
podía hacer comentarios peyorativos acerca de ciertas partes de ellas. La
epístola de Santiago, por ejemplo, le parecía ser “pura paja”, porque en ella
no se trata del evangelio, sino de una serie de reglas de conducta. También el
Apocalipsis le causaba dificultades. Aunque no estaba dispuesto a quitar tales
libros del canon, Lutero confesaba abiertamente que se le hacía difícil ver a
Jesucristo en ellos, y que por tanto tenían escaso valor para él. Esta idea de
la Palabra de Dios como Jesucristo era la base de la respuesta de Lutero a uno
de los principales argumentos de los católicos. Estos argüían que, puesto que
era la iglesia quien había determinado qué libros debían formar parte del canon
bíblico, la iglesia tenía autoridad sobre las Escrituras. La respuesta de
Lutero era que, ni la iglesia había creado la Biblia, ni la Biblia había creado
a la iglesia, sino que el evangelio las había creado a ambas. La autoridad
final no radica en la Biblia ni en la iglesia, sino en el evangelio, en el
mensaje de Jesucristo, quien es la Palabra de Dios encarnada. Puesto que la
Biblia da un testimonio más fidedigno de ese evangelio que la iglesia
corrompida del papa, y que las tradiciones medievales, la Biblia tiene
autoridad por encima de esa iglesia y esas tradiciones, aun cuando sea cierto
que, en los primeros siglos, fue la iglesia la que reconoció el evangelio en
ciertos libros, y no en otros, y determinó así el contenido del canon bíblico.
Fuente: GONZALES, JUSTO L. 1994 Historia del Cristianismo Tomo
2. Desde la Era de la Reforma hasta la Era Inconclusa, Editorial Caribe, Miami,
Fla, pag.46-47
El evangelio es una persona: Cristo
ResponderEliminarEl evangelio es una persona: Cristo
ResponderEliminarAmén
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